domingo, 24 de diciembre de 2017

Cuento de Navidad con grinch

Erase una vez un perdido reino de las montañas en el que gobernaba un anciano rey de pelo blanco y largas barbas.

Pocos eran  sus habitantes, pero vivían felices y llenos de dicha desde que el soberano, con ayuda de Reginald, tuvo la idea de construir una fábrica, la más bonita; la que no producía bienes materiales, sólo la felicidad de las gentes. Pues era una factoría de sueños y deseos de Navidad.

Todo Iba bien hasta que aparecio un día, que era de primavera y los campos celebraban el deshielo, un personaje siniestro: un grinch; un monstruo que odiaba la Navidad y que había oído referir que allí, en aquel reino perdido de las montañas, era donde la Navidad fabricaba los sueños.

Y, aquel año, un 24 de diciembre, ese monstruo apagó todas las luces del reino, sembró  el terror y heló los caminos, y nadie pudo salir de sus casas, ni tampoco la fábrica pudo crear sueños.

El Rey, ya muy anciano, dejó escapar una lágrima y un refunfuño, y le dijo al monstruo que dejara de hacer daño, pero poco podía hacer, pues en su reino no había ni policía ni ejército.

Y así, todos, compungidos, asustados y llorosos se disponían a no celebrar la Navidad aquel  año, ni nunca jamás. Y fue entonces cuando apareció Hans, que era un niño ni siquiera adolescente, que nada sabía hacer, solo tocar el tambor. Y con su pequeña figura y su tambor se presentó ante el Rey y le dijo:

-"Majestad yo os puedo ayudar". 

-¿Tú? - respondió el Rey con sorna. 

"¿Me dais una oportunidad?"

Y como nada tenía que perder el Rey lo dejó actuar.

Salió a la calle con sus patines, para no resbalar, y tocó y tocó su tambor por todas partes, y a su paso salieron, primero los pájaros, después conejos y liebres, más tarde las ranas y los patos, algún zorro, y por último los lobos; y por si alguno faltaba también un oso. Y al ritmo del tambor todos marcharon hacia la gruta del grinch. Y este, al escuchar tal parafernalia, salió al exterior alarmado, y cuando vio el ejército de animales, de todas las texturas, de cada una de las especies de la montaña; que incluso los salmones saltaban al ritmo de las ranas, y que además a la cabeza de aquel insólito ejército iba alguien pequeño con un tambor, gritó y gritó, y salió de su gruta, y corrió y corrió, ¡pues venían a cazarlo animales y un niño! ¡Y nada más podía horrorizado en el mundo  que animales inferiores a él! ¡y niños!

Tras ello el Rey nombró al niño jefe de estado y le dio el ministerio de industria de sueños.

 Y aquella noche de Navidad se fabricaron sueños, y el primero que salió de esa factoría en esta noche de Nochebuena me lo regalaron  a mí y yo lo comparto contigo para desearte:

 ¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!

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