Estaba el ermitaño en su cueva ajeno a todo lo que ocurría en el mundo, cuando una visita le importunó. Y tras invitarle a entrar, el forastero le dijo:
-En esta que es la última noche del año, sólo piensa cenar ese mendrugo de pan, ese pequeño pedazo de queso, y agua?
-No, ni siquiera eso, ahora solo justo la mitad, pero le doy gracias a Dios porque ya no cenaré solo.
Siempre hay algo que agradecer.