martes, 28 de noviembre de 2017

LA MANADA

Era una noche de tórrido verano, de secos campos de estío, ninguna presa en lontananza y mucha hambre en la manada; en cabeza el líder de la camada, detrás cuatro aspirantes, de calmada espera a la debilidad del macho alfa.

Salen sedientos de sangre, los estómagos con un vacío de ácidos, las bocas segregan saliva, los colmillos se afilan, las garras se arman. Ya bajan por la ladera, ya se oyen sus aullidos en todo el páramo. Todos contienen la respiración, nadie osa salir de su guarida, las madres abrazan a sus crías, y todos tiemblan de miedo.

Ya están todos dispuestos: víctimas y alimañas. Estas escudriñan los campos, saben que los están esperando, que no será fácil el empeño, que podrían regresar de vacío y eso cosa grave sería, pues entre ellos en ese caso habría gran pendencia.

El líder se desespera, los cuatro esbirros lo miran anhelantes, y alguno ya se relame su venganza, pero el macho alfa ha visto una presa y hacia ella dirige a la manada.

Corren y corren, más que eso vuelan, sobre una víctima caen y uno tras otro le colmillos y garras le lanzan  y su tierna carne destrozan,  devoran y arrancan.
Sólo queda su piel, y alguna parte desechada de sus entrañas.

Ellos felices regresan, hartos y muy satisfechos por su gran hazaña.

Emigrante

Un billete de tercera en un tren fantasma que desde hace ya tiempo solo al norte viaja.

Como equipaje una desvencijada maleta de cartón y chapa, y en su interior, restos de una olvidada matanza.

Y la tristeza agarrada como una lapa a su garganta.

Ya solo quedan atrás ancianos que moran en semiderruidas casas.

Restos de su aldea. Memoria sombría de una mísera infancia.

Por delante promesas de futuro, de supervivencia, en paraísos de hierro, carbón y fuego.

Una mirada hacia atrás y desde un alto se despide de su casa.

Nido de alacranes, tierra baldía, sedienta de sangre y de agua.

De tumbas vacías, ansiosas de ser alimentadas con lo que allí aún resta de vidas humanas.

Y, cuando por vez postrera, contempla la patria de sus ancestros, ve una imagen deslustrada, justo, la que captan unos ojos cubiertos de amargas lágrimas.